lunes, 19 de marzo de 2012

LA CONSOLA ME CONSUELA


 

 
No debería sorprendernos que nuestros hijos sean adictos. La mayoría de los adultos lo somos. A la comida, a los videojuegos, al éxito, al tabaco, al vino, al foro.. nuestra sociedad es una sociedad compulsiva hasta el extremo. Prácticamente todos los adultos que conozco tenemos una adicción en mayor o menor grado. Es una realidad tan invisible que hace que parezcan normales conductas como jugar durante interminables horas a una videoconsola (y no me refiero a los niños, ¡me refiero a los padres!) . Normales y socialmente aplaudidas y toleradas.
Me pregunto si ocurriría lo mismo si en vez de estar jugando a la consola papá o mamá estuvieran fumando porros o bebiendo vino, todas las tardes y la mitad de la noche.
Me diréis “pero no es lo mismo, los porros o el vino son drogas y esto no”. Bueno, se considera adicción a toda conducta que genere estos fenómenos: tolerancia (cada vez necesito más cantidad para sentir los mismos efectos) y dependencia (cada vez me vuelco más en el consumo o conducta). En esta definición entran conductas de muy diversa índole.
Ilustración: una niña con un comecocos que le va comiendo el coco
Quiero dejar muy claro que desde el punto de vista terapéutico, el poder tóxico de una droga no es en absoluto indicativo de la gravedad de la dependencia: esto quiere decir que puede ser infinitamente más grave una dependencia a, por ejemplo, el éxito empresarial o el deporte, que una dependencia a la heroína.
Ambas destruyen a la persona, porque la persona no es solo cuerpo, ni riñones, la persona es una identidad.
De hecho, los efectos de las drogas sobre el organismo son mínimos comparados con la devastación que sufre el adicto a otros niveles: familiares, sociales, laborales, personales.
Los efectos que una videoconsola pueden tener sobre el sistema nervioso central quizá no son tóxicos como los del cannabis, pero me consta que pueden ser igual o peor de devastadores para la persona.
La conducta adictiva, independientemente de qué es lo que nos engancha, es el auténtico problema. Quiero decir que el problema no son las maquinitas, no son las chuches, no es el tabaco, ni las rebajas de Zara. El problema es la adicción, se ponga ésta la máscara que se ponga, que en el fondo, da lo mismo.
Y más allá de todo esto, lo más importante es que lo que se transmite de padres a hijo NO es el tipo de adicción, es el MODELO ADICTIVO. Esto significa que el mal ejemplo no está en beber vino o jugar a la consola. Puede que a nuestro hijo nunca le dé por ninguna de estas cosas… pero dado que va a incorporar el modelo adictivo, lo reproducirá de una u otra forma porque desgraciadamente no sabrá hacer otra cosa para llenar su vacío existencial (al igual que nosotros no sabemos).
Como padres, tenemos la inmensa responsabilidad de trabajar nuestras carencias, que son los agujeros que intentamos tapar constantemente con sustancias y objetos. Por lo menos, darnos cuenta de que vivimos una vida en la que no toleramos la falta, el vacío ni el dolor. Y que vivimos sometidos a la búsqueda del placer inmediato, a costa de sacrificar tiempo para pensar, para compartir, para doler juntos y para mirarnos mejor los unos a los otros.
Cuando nuestro hijo se “engancha” a las maquinitas, no busca placer, busca consuelo. Consuelo en la consola, tiene gracia. Por la pantalla se le van todos los sentimientos que no tienen nombre, todo el miedo, la angustia y el dolor que produce el pensamiento. La desconexión calma, da gustito, aplaza la sentencia de tener que enfrentarse a sí mismo. Nuestros hijos aprenden de nuestra propia cobardía, no lo olvidemos nunca. Evitan las mismas cosas que nosotros evitamos: el contar lo que nos pasa, el decirle al otro lo que no nos gusta de él, el sentimiento de soledad, el agujero, el darse cuenta.
No podemos quejarnos de las adicciones de nuestros hijos, pero sí podemos empezar a preguntarnos qué modelos adictivos se dan en el seno de nuestras familias. Simplemente, descubramos nuestra propia adicción y dejemos de pensar en términos de cantidad, gravedad o toxicidad, para pensar en términos de polaridad: ¿qué es lo que relegamos a la sombra de lo inexistente y qué es lo que dejamos para la luz del bienestar? ¿qué es lo que nos hace sentir bien? y de eso que nos hace sentir bien… ¿qué hay detrás?.
Solo así podremos empezar a cambiar nuestros propios modelos familiares por otros, nuestra forma de relacionarnos con el entorno y caminar hacia una forma de incorporación menos voraz.
¿Alguien se atreve?
FUENTE: Violeta Alcocer
BLOG: EVA Mª MC. PSICÓLOGA

viernes, 3 de febrero de 2012

EL ESCONDITE

Una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
EL ABURRIMIENTO bostezaba, como siempre, cuando LA LOCURA les propuso:
- ¡Vamos a jugar al escondite!
LA INTRIGA levantó la ceja, intrigada, mientras LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntaba:
- ¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?
- Es un juego -explicó LA LOCURA-. Yo me tapo la cara y comienzo a contar, desde 1 hasta 100. Ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.


EL ENTUSIASMO bailó, secundado por LA EUFORIA. LA ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a LA DUDA, e incluso a LA APATÍA, a quien nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. LA VERDAD prefirió no esconderse, ¿Para qué?, si al final siempre la hallaban.
LA SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya).
LA COBARDÍA prefirió no arriesgarse.
- 1, 2, 3... -comenzó a contar LA LOCURA-. La primera en esconderse fue LA PEREZA que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
LA FE subió al cielo. LA ENVIDIA se escondió tras la sombra DEL TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
LA GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos.
¿Que si un lago cristalino? Ideal para LA BELLEZA, pensaba.
¿Que si la hendija de un árbol? Perfecto para LA TIMIDEZ.
¿Que si el vuelo de la mariposa? Lo mejor para LA VOLUPTUOSIDAD.
¿Que si una ráfaga de viento? Magnífico para LA LIBERTAD.
Así terminó por ocultarse en un rayito de sol.
EL EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero sólo para él.
LA MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris).
LA PASIÓN y EL DESEO se fueron juntos al centro de los volcanes.
EL OLVIDO... se me olvidó donde se escondió... pero eso no es lo importante.
Cuando LA LOCURA contaba 99, EL AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse... hasta que divisó un rosal. Enternecido, decidió esconderse entre sus rosas.
- ¡100! -gritó LA LOCURA- y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue LA PEREZA, a solo tres pasos de la piedra más cercana.
Después escuchó a LA FE, en el cielo, discutiendo con Dios sobre teología.
A LA PASIÓN y EL DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró a LA ENVIDIA, y así pudo deducir dónde estaba EL TRIUNFO.
AL EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo, el solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar, LA LOCURA sintió sed; al acercarse al lago descubrió a LA BELLEZA.
Con LA DUDA resultó más fácil todavía: la encontró sentada sobre una cerca, sin decidir aún de que lado esconderse.
Así fue encontrando a todos, AL TALENTO entre la hierba fresca; a LA ANGUSTIA en una oscura cueva; a LA MENTIRA detrás del arco iris (mentira, estaba en el fondo del océano) y hasta EL OLVIDO... que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.
Pero EL AMOR no aparecía por ningún sitio.
LA LOCURA buscó desesperada, detrás de cada árbol bajo, en el fondo de las lagunas, debajo de las piedras, en la cima de las montañas. Se volvió loca buscando.
Cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal. Sonriendo, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas.
De pronto se escuchó un doloroso grito. ¡Las espinas habían herido en los ojos AL AMOR! LA LOCURA no sabía que hacer para disculparse. Lloró, rogó, imploró, pidió perdón, y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite, EL AMOR es ciego...
... Y LA LOCURA siempre lo acompaña.


EMC.
 

sábado, 28 de enero de 2012

La apatía y falta de interés del adolescente actual.


¿Cuál es el problema cuándo los adolescentes a pesar de tener una buena relación con un docente y no tener problemas de disciplina no se deciden a estudiar y no toman conciencia de las oportunidades perdidas? ¿Cómo se los puede motivar? ¿Cómo se logra revertir esa apatía y se vuelve a instaurar la “cultura del esfuerzo”?
 
Los educadores tenemos que empezar a pensar en encontrar la manera de que la familia y el colegio trabajen juntos a fin de lograr ayudar a los adolescentes para que comprendan el valor del estudio y del esfuerzo en pos de conseguir lo que se propongan. Para lograrlo es fundamental el rol de la motivación, que los psicólogos definen como la energía que nos mueve a proponernos objetivos y nos ayuda a lograrlos.
Dos factores juegan fuertemente en la motivación: la autoestima y la resiliencia.
El primero es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. El segundo, se define como la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas.
 
La autoestima y la motivación se retroalimentan, pero muchos adolescentes carecen completamente de autoestima y es necesario ayudarlos a comprender que todos y cada uno de ellos son capaces de lograr lo que se propongan siempre y cuando estén dispuestos a esforzarse y trabajar en pos de lo que desean.
 
La autoestima y la motivación para aprender son las resultantes directas de la atención que los adolescentes reciben en casa y en el colegio. Educadores y padres deben esforzarse para crear un ambiente que favorezca el diálogo tanto en el hogar como en la institución escolar y deben trabajar juntos para crear las condiciones necesarias para la construcción colectiva del conocimiento, asumiendo responsabilidades y superando diferencias y expectativas recíprocas equivocadas.
Es de vital importancia que los docentes revisen críticamente qué es lo que funciona en la práctica y qué es lo que ya no sirve pero se sigue haciendo por comodidad o por inercia. De esta forma se podrá ver qué modelo de enseñanza podría reemplazar al modelo de institución tradicional que aún predomina y que resulta anacrónico en la sociedad posmoderna.
Las prácticas pedagógicas deben adecuarse a la época que nos toca vivir y la escuela debe explotar al máximo las posibilidades que nos brinda la tecnología, debemos reconocer que el estudio, y por lo tanto el proceso de aprendizaje, implica esfuerzo y requiere tiempo y dedicación individual.
Los adultos nos quejamos de la apatía y de la falta de interés de los adolescentes, pero no debemos olvidar que el colegio es un microcosmo que refleja lo que sucede en la sociedad en la que está inserta. La costumbre de llegar a obtener lo que se quiere con el mínimo esfuerzo y lo más rápido posible se ha enraizado en todos los ámbitos y es lógico por lo tanto que también lo haya hecho en el colegio y, especialmente, en la etapa de la Educación Obligatoria Secundaria.

La escuela ya no se posiciona como el lugar del saber, esto ha quedado para el pasado. Ésta se ha convertido en una especie de guardería de adolescentes cuyo único objetivo es alcanzar la nota de aprobado de cualquier manera posible (copiando, mintiendo, etc.), siempre que no incluya el esfuerzo individual que implica estudiar.
Los adolescentes no encuentran el sentido de tener que estudiar cosas que en nada se relacionan con sus propios intereses y que a su juicio, no les servirán para nada en la vida real, en un futuro que vislumbran incierto y sin horizontes. Los modelos que se les muestran como exitosos no son los científicos, los académicos, los esforzados, los perseverantes, los honestos. Por el contrario, triunfan en la vida “el vividor”, el que roba, el que traiciona o el que engaña según vemos en los medios audiovisuales. Los chicos tienen como modelo a imitar, en palabras de los mismos adolescentes, “a aquel que es joven, tiene dinero y hace lo que quiere”.

 
Por todo lo comentado hasta el momento, la escuela puede que  sea el lugar desde dónde las distintas visiones del mundo que tenemos adolescentes y adultos se encuentren y dialoguen. La relación docente-alumno es por naturaleza asimétrica, y así debe ser, pero hoy la autoridad ya no se impone: debe construirse día a día por medio del respeto, que es un camino de ida y vuelta.
Comprender la situación actual exige observar atenta y reflexivamente un mundo exterior a la institución escolar que se muestra confuso y desorientado. En ese mundo interactúan padres, docentes y alumnos, con el mercado y los medios de comunicación más allá de los muros del colegio y sus ecos resuenan dentro de ella. Es común ver el desajuste de expectativas entre padres, docentes y alumnos, que muchas veces contribuye a desacreditar la autoridad y debilitar el rol formador de la escuela.
 
Por la parte que le corresponde, la didáctica intenta entender y dar respuestas válidas para estos tiempos de cambio vertiginoso a través de diversas propuestas pero sabemos que la escuela tiene sus propios tiempos y que las adaptaciones y los cambios dentro de la institución son lentos. Ante esta situación tan difícil que se da es necesario que cada institución cuente con la ayuda de profesionales idóneos en otros campos como la psicología, el psicoanálisis, la dinámica de grupos, etc., que orienten a los alumnos y trabajen colaborando con los docentes, quienes tendrán que adaptarse a los cambios y aceptar un nuevo rol de perfiles aún no muy bien definidos, ya que el contexto en el que vivimos es nuevo, al igual que muchas actitudes de los alumno.
 
De algún modo debemos encontrar la forma de escuchar a los adolescentes; de ayudarlos a reflexionar críticamente sobre el uso de su tiempo libre, sobre el rol del estudio en sus vidas y sobre la influencia que sobre ellos tienen estos nuevos agentes de socialización. Habrá que buscar estrategias para llegar a resultados positivos y destinar tiempo institucional para este fin.

El colegio no puede competir con los modos tecnológicos que les aportan a los jóvenes otro tipo de saberes a través de Internet, la comunicación vía chat y los teléfono móviles, la inmediatez de la imagen en la televisión y la música de moda que llevan a todas partes. Pero sí se puede desde la enseñanza abrir un espacio para el diálogo, indagando a cerca de los nuevos contextos socioculturales, respetándolos y tratando de integrarlos, reconociendo que los productos que promueve el mercado a velocidad de vértigo y los medios de comunicación, son parte muy importante de la vida juvenil y sacando de ellos el mejor provecho posible.
 
Del fracaso escolar se culpa, según los intereses dominantes, al docente, a la institución, a los jóvenes o a la familia. Pero no debemos olvidar que de esta crisis también puede salir la oportunidad de hacer una institución atractiva y amigable nuevamente que cumpla con sus fines formativos y no sólo “contenga” a los jóvenes, no debe olvidarse el hecho incontrovertible de que la institución escolar sigue cumpliendo el mandato social de transmitir conocimientos y valores. Dar pasos hacia una mejor enseñanza que brinde a los adolescentes una óptima formación que los prepare para enfrentarse al mundo complejo, tecnológico y competitivo en el que viven.
 
Eva M.C

Fuente:

Ana Lía Passarotto Profesora de Inglés de nivel terciario con amplia experiencia en el dictado de cátedras, cursos y en la formación de formadores. Magíster en educación con Orientación en Gestión por la Universidad de San Andrés(Argentina),

  • < http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:gZUI7HDEy-sJ:www.investigar.info/docs/producciones/PONENCIAPASSAROTTO.rtf+sindrome+de+apatia+delos+adolescentes&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=es >

miércoles, 4 de enero de 2012

MANTENER OCUPADOS A NUESTROS HIJOS


Mantener ocupados a nuestros hijos.




Louis Caplan experto en ictus, neurólogo y miembro de la Academia Americana de Neurología explicó que la estrategia que él y su esposa utilizaban para dar a sus hijos la mejor oportunidad para el éxito era mantenerlos ocupados. ¿Ocupado haciendo qué? " Su respuesta: " La música y la natación"
La investigación sobre el desarrollo del cerebro proporciona evidencias para apoyar su opinión. El desarrollo del cerebro ayuda a explicar los comportamientos de riesgo que son comunes a los adolescentes y proporciona pistas acerca de por qué el abuso de drogas es especialmente peligroso durante este tiempo.
Un aspecto importante de la maduración del cerebro es el desarrollo de las conexiones cerebrales o las redes que enlazan las diferentes partes del cerebro entre sí. Dos regiones importantes que desarrollan fuertes conexiones durante la adolescencia son el cuerpo estriado, que reconoce y busca experiencias gratificantes, y la corteza prefrontal, que regula la capacidad para controlar el comportamiento, tiene en cuenta las consecuencias, y ayuda a superar la impulsividad. La corteza prefrontal es capaz de amortiguar la inmediata búsqueda de recompensa de los efectos del estriado cuando la red está completamente desarrollada. El cuerpo estriado madura antes que la corteza prefrontal y tiene un efecto mayor sobre el comportamiento de los adolescentes. Esto ayuda a explicar por qué los jóvenes tienen menos autocontrol y, a menudo buscan emociones.
El alcohol y otras sustancias de abuso afectan el desarrollo del cerebro adolescente de manera diferente que el cerebro adulto. Los adolescentes experimentan menos efectos negativos del alcohol en comparación con los adultos. Se necesita una mayor dosis de alcohol para llegar a similares niveles de alcohol en la sangre en los adolescentes que los adultos y los adolescentes son menos sensibles a los efectos intoxicantes del alcohol como la sedación. También son menos propensos a sufrir "resacas" que los adultos.Estos efectos negativos, que ayudan a regular el consumo excesivo de alcohol, se silencian en los adolescentes.
Al mismo tiempo, el alcohol es especialmente tóxico para el cerebro en desarrollo. El exceso de alcohol daña las células cerebrales y el uso de las fibras que conectan las regiones del cerebro. Se reducen ciertas regiones del cerebro y dejan de madurar nuevas células cerebrales. Durante la adolescencia, algunas regiones del cerebro tales como las implicadas en la memoria, siguen haciendo nuevas neuronas a través de la expansión de las células madre neurales. El alcohol se dirige específicamente a las células madre neurales y, por lo tanto, su impacto negativo se magnifica en los adolescentes.

Entonces, ¿qué deben hacer los padres y otros adultos? Teniendo en cuenta la realidad del desarrollo del cerebro, evitar la toma de riesgos dañinos en los adolescentes probablemente sea imposible, lo que lleva de nuevo a los consejos del Dr. Caplan: "Mantenga a sus hijos ocupados en actividades que promuevan la disciplina, como practicar deportes o un instrumento musical" y, no nos olvidemos de la comunicación abierta con nuestro hijo que es de dónde debemos partir.

Fuente:

The Adolescent Brain: What neurology can teach us about protecting teens.

Neurology Now
December/January 2011; Volume 7(6); P 9

Brey, Robin L. M.D., Editor-in-Chief


ANATOMÍA BÁSICA DEL CEREBRO

http://kidshealth.org/misc/movie/spanish/bodyBasicsBrain/bodyBasicsESP_brain.html